lunes, 29 de julio de 2013

La espera…

Las luces de la calle se colaban por la enrejada ventana reflejándose como minúsculas gotas cristalinas en los escarchados vidrios multicolor; la cama se le hacía demasiado grande, el mareo aun acostada la molestaba; tenía varios días esperando esa visita mensual que toda mujer tiene desde una edad hasta otra edad y cuya ausencia podría significar nueva vida; la madrugada,  la sorprendió aun despierta; lentamente se levantó buscó el uniforme; los libros y siguió la rutina de todos los días. El desayuno sobre la mesa estaba frió   una nota sobre la misma le decía que debía ir al mercado antes de regresar a la casa; la madre salía muy temprano a trabajar; hasta ahora sabia poco del padre; tampoco preguntaba mucho.

Llegó al liceo, y con desgano se sentó en la pequeña silla, las horas entre clase y clase se le hicieron eternas; en la tarde antes de ir al mercado debía comprobar con un médico la sospecha que no la dejaba dormir. Instalada en el consultorio, respondía las preguntas del hombre vestido de verde; lo miro de frente y le dijo que era menor de edad pero ya tenía marido, así que necesitaba saber si estaba embarazada. En la pantalla se podía mirar la imagen del nuevo ser. Fue al mercado, llamó al padre de su hijo, le contestó una señora extraña,  grosera (pensó es la esposa); colgó y llamó a su confidente.

La puerta estaba cerrada grito y grito, en la mañana se le olvidaron las llaves; tenía varios días sin hablar con su hija “el trabajo”; así que llegó temprano, como pudo abrió la puerta, en el baño la encontró, como una muñeca de trapo en medio de la sangre por donde se le escapaba la vida.

Sentadas en la mesa la madre y la hija celebraban un nuevo amanecer; desde ese día hace un año atrás nunca más fueron las mismas…

Fefa Duarte

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