Las luces de la calle se colaban
por la enrejada ventana reflejándose como minúsculas gotas cristalinas en los
escarchados vidrios multicolor; la cama se le hacía demasiado grande, el mareo
aun acostada la molestaba; tenía varios días esperando esa visita mensual que
toda mujer tiene desde una edad hasta otra edad y cuya ausencia podría
significar nueva vida; la madrugada, la sorprendió aun despierta;
lentamente se levantó buscó el uniforme; los libros y siguió la rutina de todos
los días. El desayuno sobre la mesa estaba frió una nota sobre
la misma le decía que debía ir al mercado antes de regresar a la casa; la madre
salía muy temprano a trabajar; hasta ahora sabia poco del padre; tampoco
preguntaba mucho.
Llegó al liceo, y con desgano se sentó en la pequeña silla, las horas entre
clase y clase se le hicieron eternas; en la tarde antes de ir al mercado debía
comprobar con un médico la sospecha que no la dejaba dormir. Instalada en el
consultorio, respondía las preguntas del hombre vestido de verde; lo miro de
frente y le dijo que era menor de edad pero ya tenía marido, así que necesitaba
saber si estaba embarazada. En la pantalla se podía mirar la imagen del nuevo
ser. Fue al mercado, llamó al padre de su hijo, le contestó una señora
extraña, grosera (pensó es la esposa); colgó y llamó a su confidente.
La puerta estaba cerrada grito y grito, en la mañana se le olvidaron las
llaves; tenía varios días sin hablar con su hija “el trabajo”; así que llegó
temprano, como pudo abrió la puerta, en el baño la encontró, como una muñeca de
trapo en medio de la sangre por donde se le escapaba la vida.
Sentadas en la mesa la madre y la hija celebraban un nuevo amanecer; desde
ese día hace un año atrás nunca más fueron las mismas…
Fefa Duarte
No hay comentarios:
Publicar un comentario